26 de julio de 2012

EL LEGADO DE LUNA, UNA SECUOYA MILENARIA.

Cuando Colón llegó a  América por primera vez, Luna (una secuoya de 60 metros de altura) tenía ya 500 años.
El 10 de diciembre de 1997, cuando su tronco sobrepasaba los 1.000 anillos, el destino y una motosierra, se cruzaron en su camino.
 Julia Butterfly Hill, una activista de 23 años, decidió impedir su tala y encaramándose al árbol, lo consiguió. Pasó 738 días entre sus ramas y sin poner un solo pie en tierra, así logró que la compañía maderera, tras durísimas negociaciones, indultara el árbol y a todos sus hermanos cercanos.
“Nadie tiene derecho a robar al futuro para conseguir beneficios rápidos en el presente. Hay que saber cuándo tenemos suficiente…” Julia Butterfly Hill. 

Luna es una de las milenarias secuoyas del bosque de la ciudad de Stanford en California. A finales de 1997 la Pacific Lumber Company irrumpió en la arboleda de 60 mil hectáreas para iniciar la deforestación de uno de los ecosistemas más importantes de la zona. Pero en su camino se encontró con una joven.
Cuenta Julia que, cuando era ya una adolescente, en una de las asiduas caminatas por la naturaleza con su familia, una mariposa aterrizó en su hombro y permaneció con ella durante todo el trayecto…metáfora de la aventura de su vida sirvió también para acompañar su nombre para el resto de sus días….
Pero fue con 22 años y una experiencia traumática a modo de grave accidente de tráfico lo que convirtió a Julia en la activista verde que conmocionó a un país entero. El percance dejó graves secuelas cerebrales que requirieron un lento proceso y terapia intensiva.
La proporción y el valor del tiempo cambiaron para siempre en Julia que dedicaba sus largas horas de rehabilitación a la contemplación subversiva de los fastuosos bosques Californianos. La crisálida dejó paso entonces a la mariposa.“Me adentré en el bosque y por primera vez experimenté lo que significa de verdad estar vivo. Entendí que yo formaba parte de aquello. Poco después supe que la Pacific Lumber Maxxam Corporation estaba talando esos bosques y mi confusión fue total. Contacté con la asociación Earth First, que hacía sentadas en los árboles para impedir su tala. Así conocí a “Luna”…”

La vida en el árbol fue muy dura y cambió por completo a Julia. La idea era estar dos semanas hasta el relevo de un compañero. Pero éste nunca se produjo. Un pequeño equipo le suministraba con cuerdas y poleas los víveres necesarios para la travesía, incluyendo unos pequeños paneles solares para cargar el móvil con el que organizaba las entrevistas, captar adeptos para la causa o incluso hablar en directo con el senado norteamericano. 
Su pequeño hogar, a 50 metros de altura, consistía en una plataforma de 3 metros cuadrados cubierta por una lona impermeable, un pequeño hornillo, un cubo con una bolsa hermética para hacer sus necesidades y una esponja con la que recogía el agua de lluvia o nieve para lavarse.
Sí, la Pacific Lumber comenzó entonces a talar árboles a mi alrededor. Aparecieron helicópteros que me echaban chorros de agua. Quemaron los bosques durante seis días, el humo destrozó mis ojos y mi garganta, y me llené de ampollas.
Luego montaron guardias día y noche para que no me pudieran suministrar comida. Acabe amargada, chillando, dando golpes, al borde de la locura. Para consolarme pensaba en las familias de Stanford que a causa de la tala del bosque se inundaron y se quedaron sin casa…
Pero lo peor estaba por llegar. En el invierno de 1998 una impresionante tormenta de más de dos semanas estuvo a punto de separar a Julia de Luna. Vientos racheados acabaron con la lona y empujaron a Julia hacia el vacío. Abrazada a la secuoya y próxima a la rendición, escuchó “la voz de  luna” recordándole que “sólo las ramas que son rígidas se rompen”. 
Abandonó entonces el apoyo estable para agarrar la inmadurez y flexibilidad de las verdes ramas más jóvenes que fueron las que, a la postre, resistieron el envite y con ello salvaron la vida de Julia.
Salvar esa tormenta supuso un cambio de actitud. Julia se deshizo del arnés y de los zapatos y se fundió con su entorno alcanzando su apogeo espiritual. No iba a volver a vivir con miedo.
Una importante dolencia de origen vírico en los riñones la encaró de manera simbiótica, medicándose con extractos de plantas cercanas suministradas por su equipo. Conocía cada insecto, cada rincón de Luna y esto le permitió encarar con certeza y ventaja psicológica la negociación con los deforestadores que dejaron por entonces de llamarla “eco-terrorista”.
El tiempo fortaleció la imagen activista de Julia y poco a poco fue ganándose el respeto y el apoyo de muchas organizaciones ecologistas y de los medios.
El 18 de diciembre de 1999 Julia descendió de Luna con las manos verdes del musgo y los pies encallecidos. Culminó con éxito las negociaciones con la maderera quién se comprometió no sólo a respetar a Luna y todos los árboles cercanos en un radio de 60 metros, sino a incluir una política medioambiental en todos sus futuros trabajos.
Hoy Julia sigue al frente de un importante grupo ecologista y activista.“…Permaneciendo en la unidad, la solidaridad y el amor, sanaremos las heridas en la tierra y en cada uno de nosotros. Podemos marcar la diferencia positiva a través de nuestras acciones…” Julia Butterfly Hill. 
En noviembre de 2001 un desaprensivo,  intentó cortar a Luna y asestó un tajo con motosierra de 35 centímetros de profundidad en su tronco.
Julia Butterfly Hill consiguió encontrar el desafío de su vida. ¿Cuál es tu árbol?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Quieres comentar sobre el Blog?