16 de abril de 2013

DANIEL MEUROIS. HABLANDO DE SEGURIDAD...


Sin duda os habéis dado cuenta como yo que desde hace aproximadamente una quincena de años, las normas de la seguridad sobre los niños crecen de manera exponencial. Esto no es absoluto criticable, es más, debemos felicitarnos por ello.
De hecho, ¿quién quiere ver que hieren o matan a su hijo en un accidente, cualquiera que sea, o quién quiere ver que lo agreden? El tema no se discute, aunque, mirando de cerca nuestro modo de actuar, a veces podamos tener la sensación de que, en última instancia, la acumulación sin fin de algunas normas no hace sino  expresar la paranoia crónica de nuestras sociedades. Pero esta es otra cuestión... y hoy os invito a compartir mis reflexiones en otra dirección.
Si quiero hablar de la seguridad de los niños es porque me impresiona el hecho creciente de que los adultos que creemos ser (¡en principio!) solo consideran  lo que va a sucederles a sus cuerpos, dicho de otra forma, como si fueran máquinas físicas, o que están destinados a entrar en un combate... para, a su vez, reproducirse.
Esta constatación me hace reaccionar porque da muestra de nuestra incapacidad colectiva a tener en cuenta la "seguridad interior", podría decirse, de nuestros niños. Hablo, por supuesto, de su equilibrio moral, psicológico, mental y afectivo. Me refiero a la armonía de su conciencia... No diré de su alma porque esta palabra, ya he hablado de ello, da miedo y basta para condenar al que tenga la imprudencia de utilizarla.
Evidentemente, tampoco diré "dimensión espiritual" por el mismo motivo. Hablo simplemente de la "dimensión humana", y por tanto, el equilibrio interior de aquellos cuyo desarrollo es nuestra responsabilidad.
Si afirmo esto señalando nuestra indiferencia, e incluso nuestro desprecio, ante las realidades morales y psicológicas que modelan diariamente a los niños, es porque me asombra nuestro grado de aceptación de la violencia en sus vidas. Hemos dejado que ésta se introduzca en las mismas con una especie de atrevimiento mezclado con fatalidad que se recordará en nuestra historia colectiva.
Salvo raras excepciones, el espectáculo de la vida que les ofrecemos se parece a un caldo en el que se mezclan permanentemente la agresividad extrema (visual y auditiva), mentiras, robos y perversiones de todo tipo.
¿Exagero? ¿Estoy anticuado, o si se prefiere, completamente "out"? Sin embargo, en los telediarios se muestran periódicamente tristes espectáculos, muy cerca incluso de nuestro entorno, que por desgracia me dan la razón sin que sea necesario argumentar nada. Solo un ciego puede negarlas...
Neurosis, psicosis y angustias ya no son solo problemas de adultos presos de las dificultades de su mundo. Nuestra irresponsabilidad y nuestra falta de "columna vertebral" hacen sin duda de la generación de niños y adolescentes que hemos traído al mundo una generación enferma. Enferma porque está privada de sus puntos de referencia interiores fundamentales.
Cuando los valores vinculados a las expresiones más bajas del ego (crueldad e incluso, en último término, sadismo), constituyen el telón de fondo y el argumento atractivo de la mayor parte de las películas que engulle esta generación, así como de los juegos informáticos que les fascinan, tengo que hablar del asesinato moral de cientos de millones de seres humanos.
La expresión no es demasiado fuerte, aunque pueda molestar algunas buenas conciencias. Sí, un asesinato moral por envenenamiento. ¿Por qué esconderse? Es una cuestión de sentido común.
Negando su alma, nuestra sociedad ha dimitido. Sobre todo, no digamos "Los responsables son otros, los que manejan los hilos del poder...". Somos nosotros, con nuestro laxismo individual, los que somos cómplices del desarrollo de este penoso guión que, a fin de cuentas, nos lleva a cierta "descerebración" de nuestra especie por la valorización de sus expresiones más primarias.
Por supuesto, he escuchado argumentos ante esta situación. Todas terminan con un "¡Bueno, tienen que vivir con su tiempo!". Sin duda... pero qué es entonces ese "tiempo" del que aceptamos que devore toda una juventud desde su interior.
Donde vivo, aproximadamente un 80% de las películas y las series de TV son precedidas por esta mención: "Les advertimos que la siguiente emisión contiene escenas de violencia que pueden dañar la sensibilidad de los menores. Se aconseja la supervisión de un adulto".
¿Adultos? Quizá este término deba volver a definirse... Es solo una sugerencia.
Es muy hermoso "hacer segura" una zona, un itinerario escolar, o animar a un hijo a practicar un deporte, llamándolo "campeón", como para redimirnos de algo... pero si no somos capaces de ayudarle a construirse una "arquitectura interior" en la que haya un mínimo de Luz, es decir, de dulzura, de equilibrio, de ternura, de nobleza, de voluntad y de esperanza, no nos sorprendamos de que el barco pueda hundirse.
¿Habremos olvidado simplemente el sabor del amor?
Aparentemente, desde finales de 2012 estamos sumergidos en la ola de una nueva conciencia... ¡Somos nosotros los que tenemos que probarlo!
 Traducción: Equipo Isthar Luna-Sol

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