8 de enero de 2014

EL SÍNDROME "FOMO". ¡NO SIN INTERNET!


Cada vez tenemos más herramientas a nuestra disposición y la decisión de qué hacemos con ellas, siempre es nuestra.
Al terminar cada día, ¿Cuánto de tu tiempo y de tu energía has cedido a las redes sociales? y luego hazte la pregunta ¿Para qué lo hago y qué hago con toda esa información?¿Lo haces para no sentirte solo, porque eres curioso y todo te atrae, porque necesitas tener todo bajo control o buscas reconocimiento?
Las respuestas pueden ser muchas y variadas, pero comprender que al engarcharte a esta nueva forma de comunicación te estás privando de tener una auténtica comunicación contigo y con tu entorno más cercano, es un gran paso.
Cuando descubrimos el "para qué" lo hacemos, aparece la clave para manifestar el cambio.

Susana y Carlos están “solos”, tomando un café. Mejor dicho, Susana y Carlos están acompañados de un café y de sus correspondientes teléfonos. 
La conversación fluye, pero un pitido o una vibración procedente de alguno de los teléfonos, interrumpe frecuentemente el diálogo.
Facebook, twitter, Instagram, Linkendin, Whatsapp… avisan de las nuevas noticias que suceden fuera del idílico bar donde se han encontrado. ¿Qué estará pasando ahí afuera? ¿Qué novedades estarán contando sus amigos? ¿Quién reclama por Whatsapp?… La curiosidad y la inquietud ganan, haciéndose casi inevitable mirar el teléfono de manera constante.
Y es que parece que esto se está volviendo tan frecuente en nuestras vidas que ya hay un nuevo síndrome psicológico para definirlo. Así lo han determinado los expertos; FOMO (fear of missing out) y el cual traduciríamos como “miedo a perderse algo

En menos de una década se ha revolucionado el mundo de la comunicación. Accedemos a mensajes que entran, salen y que nos dejan ver fotos. Podemos saber localizaciones, leer noticias, conocer el estado de las últimas conexiones de nuestros amigos y un sinfín de novedades que nos informan de todo.
Parece que todo sean ventajas y que este nuevo acceso al contacto virtual nos dé un conocimiento del que deberíamos sentirnos satisfechos. Pero la otra cara de la moneda se instala, haciendo que la curiosidad sea más fuerte que cualquier otra cosa que estemos haciendo. Lo que se traduce, no solo en una dependencia constante sino también en incertidumbre. ¿Habrán hecho bien en quedar Susana y Carlos o tal vez en algún momento duden porque se les ha presentado un nuevo evento más importante?
Dan Ariely, profesor de Psicología en la Universidad de Ducke, habla de este nuevo síndrome, en un artículo publicado en el New York Times. Afirma que tememos haber tomado una idea equivocada, sobre cómo pasar nuestro tiempo. Él mismo, constata que la inmediatez de la información, a través de las redes sociales y otros canales hacen dudar al individuo sobre si realmente deseaba hacer lo que se había propuesto o hubiera preferido otra actividad distinta.
Por otra parte, nos habla de los sentimientos negativos que pueden llegarse a presentar cuando se entra en la comparación social. Y esto lo argumenta con un ejemplo sencillo.  “Ver en una red social que tu amigo lo pasó genial este fin de semana, mientras yo no salí porque debo pagar una hipoteca”. A groso modo, puede resultar exagerado pero el problema es que el flujo de actualizaciones sobre lo que hacen los demás es tan constante, que esto puede llegar a generar angustia cuando se entra en comparaciones.
Otra visión interesante, es la de Herry Turkle, profesora en el instituto de Tecnología de Massachusetts, quien afirma que nuestra relación con la tecnología es todavía muy inmadura y que el sentimiento de conexión constante a Internet influye poderosamente en nuestras vidas. Tanto es así que influye en nuestras decisiones, nuestro estado de ánimo y nuestras emociones.
Parece ser que, de esta manera hemos llegado al FOMO, “el miedo a perderse algo” y que este síndrome provoca ansiedad, irritación, sentimientos de exclusión, arrepentimiento y tristeza. Esto es; puede inducir y provocar multitud de emociones, con solo conectarse a internet.
Repleta de actualizaciones, avisos y mensajes, la pantalla del móvil resulta tentadora. El lugar que han escogido Susana y Carlos para la cita es realmente acogedor, pero ambos se han asegurado antes de entrar, de que el sitio dispusiera de suficiente cobertura. No vaya a ser que pierdan la conexión durante un rato y con ella multitud de información… A pesar de estar en un momento social donde el acceso a la comunicación es tan accesible, es quizás el momento social donde menos nos comunicamos. Para reflexionar…
Soncomosomos.

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