3 de febrero de 2014

¡NO MÁS RADIACIÓN! CAMPOS ELECTROMAGNÉTICOS. OLLE JOHANSSON.



Hay que decir no a los teléfonos móviles y las redes wifi“.
Deben rebajarse millones de veces los límites permitidos de emisiones”.

4 millones de españoles podrían manifestar una sensibilidad a los campos electromagnéticos.

Olle Johansson es sueco con aspecto de Sancho Panza y espíritu de Don Quijote. Con su aspecto bonachón y sosegado, con la ciencia como única arma, explica lo que parece que nadie quiere oír, sobre todo, la poderosa industria mundial de las telecomunicaciones.
Pide que digamos no a los teléfonos móviles, no a las redes wifi y no a cualquier fuente innecesaria de radiaciones electromagnéticas.
Johansson es médico y trabaja en el departamento de Neurociencias del Instituto Karolinska de Estocolmo, donde desde 1970 ha realizado numerosos estudios que prueban el efecto nocivo de diferentes tecnologías utilizadas en telecomunicaciones.
Según el doctor Joaquim Fernández Sola, del Hospital Clínico de Barcelona, de 470.000 a 4 millones de españoles podrían manifestar una sensibilidad a los campos electromagnéticos, con síntomas como reacciones de la piel, dolor en el pecho, pérdida de memoria, mareos, acufenos, náuseas, nerviosismo, ansiedad, cansancio o dolor de cabeza.
Johansson insiste en que la hipersensibilidad no es una enfermedad, sino una reacción del organismo a las radiaciones artificiales y que, en consecuencia, el objetivo no debe ser tanto encontrar una cura como eliminar la causa del problema, o sea, los campos electromagnéticos. La solución no puede ser solo médica, sino política y social: las autoridades deben prohibir las emisiones perjudiciales.
“Las personas están bien y no pueden ser obligadas a dejar su trabajo o a cambiar de casa; se trata de defender sus derechos”, sostiene.
Las personas electrosensibles son como los canarios de los mineros. Dan la señal de alarma, pero todos sufrimos de alguna manera los efectos de las radiaciones electromagnéticas. La lista de alteraciones es larga y preocupante.
Johansson fue desgranando en su conferencia de Barcelona, ante médicos y personas afectadas, los posibles efectos negativos de los campos electromagnéticos: asma, trastornos de la piel, melanoma, linfoma y otros tipos de cáncer, permeabilidad cerebral, disminución de la calidad del semen e infertilidad, cambios en las enzimas antioxidantes, estrés, disfunciones del aprendizaje y del comportamiento… Por cierto, Johansson relaciona las dificultades de los estudiantes suecos -una preocupación nacional- con el aumento de ordenadores en las aulas.
En estas declaraciones, los expertos independientes afirman que “los campos electromagnéticos actúan a todos los niveles, desde el molecular al epidemiológico” y que en aplicación del principio de precaución debieran “aprobarse nuevas normas que protejan la salud de todos, incluidos las personas más vulnerables“. Mientras los cambios legislativos no se producen, “recomiendan limitar el uso de teléfonos móviles y otros dispositivos similares“, sobre todo “entre los niños y los adolescentes”.
Pese a todas las pruebas que aporta Johansson, las autoridades sanitarias continúan haciendo más caso a los estudios que niegan los efectos. Buena parte están pagados por la industria, denuncia. Por eso no es raro que los medios de comunicación mayoritarios aparezcan expertos que defienden la inocuidad de los móviles y las redes wifi y desacreditan toda sugerencia en sentido contrario.
En ningún caso se trata de paranoias. Las ratas de laboratorio muestran las consecuencias y no saben leer las revistas ni miran la televisión“, dice Johansson socarrón. Además se encuentran los mismos problemas desde Suecia a España y desde Japón a Estados Unidos. Los seres vivos también muestran una serie de reacciones. Por ejemplo, si se deja un teléfono móvil al lado de una colmena, es probable que las abejas huyan. Las hormigas responden alejando las larvas.
Incluso los estudios que son financiados con dinero público están condicionados por la influencia de las empresas de telecomunicaciones. Un ejemplo fue el estudio REFLEX, que se desarrolló durante 4 años en 12 laboratorios de 7 países, entre ellos España, pertenecientes a la Unión Europea. Su objetivo era demostrar que las emisiones de microondas no fragmentaban el ADN, pero los primeros resultados indicaron que sí lo alteraban, y en lugar de actuar en consecuencia, se dijo que las investigaciones, al ser in vitro, no demostraban totalmente los efectos perjudiciales en humanos… La Unión Europea no quiso poner ni un euro más en esa línea de investigación.
¿Cómo afrontar el problema?
Mientras las organizaciones científicas y los políticos no actúen, Johansson cree cada persona debe informarse y decir no a todas las tecnologías peligrosas: “Si eliminamos la mayoría de gadgets que nos rodean no pasará nada, de verdad, ¡seguiremos viviendo igual! ¡No a más experimentos a gran escala!”. No al uso indiscriminado del móvil y otros aparatos como teléfonos inalámbricos o monitores infantiles. No a regalar teléfonos y tabletas a los jóvenes. No a las redes wifi en las escuelas y en las casas.
El mundo se mueve inexorablemente hacia uno de esos momentos trágicos que conducirán a los historiadores del futuro a preguntarse ¿por qué no actuaron a tiempo?”, advierte.
Muchas personas pensarán que para qué hacer nada, pero cuando uno muere debe pensar que ha hecho todo lo posible por los demás“, concluye. Estamos seguros de que al menos Johansson no cejará en la lucha.
Primeras victorias
• Alemania y Francia han legislado a favor de que en las escuelas se sustituya las redes wifi por cable.
• La OMS clasifica desde 2011 las microondas que se utilizan en telefonía móvil como posible cancerígeno humano por su relación con tumores cerebrales malignos.
• La Corte Suprema de Casación italiana confirmó la sentencia que consideraba una enfermedad laboral el cáncer de un trabajador que debía hablar continuamente por el teléfono móvil.
• La resolución 1815 del Consejo de Europa pide a los gobiernos europeos que prohíban los móviles y las redes wifi en las escuelas.
• Suecia reconoce la electrosensibilidad como una discapacidad.
Fragmentos de la entrevista de Manu Corral.

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