2 de diciembre de 2014

LA NATURALEZA NOS SANA.

Lo natural nos sana y equilibra.
No solo las plantas medicinales, sino los parques, las montañas o la compañía de los animales.
Un paciente entra en la consulta del médico, explica sus síntomas al doctor y le entrega los resultados de la última analítica. 
El médico le hace algunas preguntas y le examina. Justo antes de que se cumplan los tres minutos que corresponden a cada enfermo comienza a escribir las recetas. 
Le prescribe un paseo de media hora diario por el parque, tiene que colocar plantas en su casa, los fines de semana debe pasarlos en un hotel rural –paga la seguridad social– y le recomienda la compañía de un gato o un perro.
Ningún médico ha prescrito aún un tratamiento así, pero lo cierto es que el contacto con la naturaleza tiene efecto curativo y es un hecho comprobable científicamente. 
No está tan lejos el día en que una consulta como la descrita arriba, se haga realidad.Howard Frumkin, profesor de la Universidad Emory de Atlanta (Estados Unidos) y experto en salud ambiental y laboral, es uno de los más importantes investigadores sobre de los efectos de la naturaleza en la salud humana. 
Cree que la corriente médica dominante ha marginado toda una tradición conocedora de que "la relación del ser humano con la naturaleza es un componente vital y de la buena salud". 
La magia natural
¿Qué tiene de mágico la naturaleza? 
El psicólogo Carl G. Jung se refirió a "la tierra nutriente del alma". 
Henry David Thoreau escribió que los seres humanos necesitan "el tónico de lo silvestre". 
El psiquiatra Wilhelm Reich creyó descubrir la energía orgónica y construyó cabinas terapéuticas a base de materiales orgánicos. 
El pneuma de los antiguos griegos, el prana de los hindúes o el chi de los chinos, se refieren a una energía natural, tan esencial para la vida como sutil. 
Según Lawrence Leger, parte de las molestias físicas y psíquicas que sentimos actualmente pueden explicarse por la falta de intensidad y variedad de estímulos naturales que sí disfrutaron nuestros ancestros y que han sido reemplazados por el efecto del cemento, la polución y el ruido.
En la sabana, como en casa
Frumkin ha especificado qué entorno resulta más beneficioso porque, ciertamente una selva tropical repleta de vida, la cima del Everest o el desierto son lugares muy naturales pero que seguramente provoquen en la mayoría de personas, más estrés y encogimiento físico que otra cosa. 
Según Frumkin, estudios realizados con personas de todo el mundo indican que la respuesta más positiva se produce en paisajes de tipo sabana: con horizontes lejanos, suelo con tierra, hierba o vegetación de baja altura y homogénea, árboles desperdigados o en pequeños grupos y la presencia de agua. El escenario se asemeja mucho al que debieron ocupar nuestros más remotos ancestros y en él todavía sentimos la gozosa sensación de estar como "en casa".
Más allá de lo que digan la ciencia y los expertos, la gente asocia la salud con los lugares de naturaleza exuberante y los paisajes verdes.  "Una alegría pura e intensa, una bendición, sentir el sol en la cara, el viento en el cabello, escuchar los pájaros, ver, tocar y acariciar plantas".  
Recuperar la conexión
En nuestra sociedad moderna y occidental, la sabiduría tradicional sobre las propiedades curativas de los elementos naturales parece haberse perdido. "La humanidad se ha ido separando de los ritmos y sensaciones de la naturaleza, por lo que mucha gente siente un vacío pero no sabe qué es lo que ha perdido". 
La experiencia natural
Si "ver" resulta tan beneficioso, ¿qué pasa con "estar"?
La experiencia de la naturaleza produce un efecto saludable. En general, se puede afirmar que las personas que tienen un contacto más frecuente con ella, suelen enfermar menos y recuperarse más rápido. 
Para cuidar de nuestra salud con dosis de naturaleza, vale tanto ir a un espacio natural, un parque o llevarse el verde a casa.

• Reservar tiempo para la naturaleza.
De la misma manera que una agenda vital sana guarda tiempo para el descanso o para las relaciones sociales, también debiera reservar tiempo para el contacto con los elementos naturales. Puede ser una buena idea hacer una pausa a media mañana y pasear por un parque cercano o hacerlo después del almuerzo o al terminar la jornada. Al final del día debiéramos haber disfrutado de por lo menos una hora de naturaleza.

• Llevarla a casa.
Las posibilidades son casi infinitas. Lo más usual es disfrutar de algunas plantas "depuradoras de aire" bien adaptadas a los ambientes interiores. Los muebles de materiales naturales, las alfombras vegetales y las lámparas que proporcionan una luz de espectro solar ayudan a naturalizar el hogar.

• Sentirla.
Además de ver verde debiéramos tocar texturas naturales -podemos tener en casa y en el trabajo diferentes objetos naturales que nos estimulen como piedras, musgo, oler aceites esenciales o el aroma de flores y escuchar sonidos como el que produce una pequeña fuente de agua.
¿Cuánto tiempo hace que no ponemos las manos en la tierra o que no prestamos atención al canto de los pájaros?

• Aprender a descubrirla.
Cuando paseamos vale la pena observar y estar atentos. Incluso en la ciudad se pueden descubrir animales y plantas que nos habían pasado desapercibidos. ¿Conocemos qué árboles y pájaros viven en nuestro vecindario o qué plantas crecen en el parque? ¿Nos hemos fijado en las curiosas formas de las piedras, de los troncos o de las nubes? Cuanto más sepamos acerca de todas estas cosas mayor será nuestro vínculo con lo natural.

• Costumbres sanas.
Siempre que sea posible debiéramos acostumbrarnos a experimentar directamente lo orgánico. Podemos caminar descalzos sobre la hierba, la tierra mojada o la nieve. Se puede amasar la harina y hacer pan, e incluir más alimentos crudos en la dieta. Al comer una fruta no se trata sólo de ingerirla, sino de observarla, acariciarla y sentirla.

• Tiempo libre.
Los fines de semana y las vacaciones pueden ser buenos momentos para sumergirse a fondo en la naturaleza, las 24 horas del día. Puede resultar muy tentador visitar entornos vírgenes pero antes hay que asegurarse de que este tipo de turismo no perjudica el ecosistema. En cualquier caso hay que reducir al mínimo el impacto de la visita. El respeto hacia la naturaleza, que es inmensamente fuerte y vulnerable a la vez, debe ser máximo.
• Animales.
Está demostrado que la compañía de los animales reduce la presión arterial, el colesterol y los triglicéridos, ayuda a controlar el estrés y disminuye la sensación de dolor físico o de malestar psíquico. 
• Campamentos.
Es una de las terapias de contacto con la naturaleza que más se está desarrollando. Las excursiones de “inmersión en la naturaleza”, en entornos vírgenes, con componente de aventura o supervivencia, ayudan a personas que sufren de baja autoestima, depresión o dificultades para las relaciones sociales.
Manu Corral - Claudina Navarro


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