24 de abril de 2015

APRENDER A DECIR NO. ¿CÓMO HACERLO SIN SENTIRNOS MAL?

Hay una gran diferencia entre complacer a la gente y ayudarla. 
Ser generoso está muy bien, pero no podemos decir "sí" a todo.


“Cuando desarrollas la reputación de ser sensible y generoso, la montaña de peticiones que tienes, es cada vez más grande”.

Adam Grant, profesor de la Wharton Business School había presumido siempre de estar disponible para todo aquel que necesitara su ayuda.
Nunca decía que “no”,  algo de lo que incluso presumía, pero su nombre empezó a estar en boca de todos.
Dada su creciente popularidad, llegó un punto en el que fue incapaz de atender a todo el que le escribía. 
El profesor reconoce que le cuesta mucho decir “no”, pero es consciente de que cada vez tiene más responsabilidades profesionales y una familia que atender, y no puede abarcarlo todo. 
Con el tiempo, no obstante, ha aprendido que hay una gran diferencia entre complacer a la gente y ayudarla: “Ser generoso no consiste en decir que sí a todo lo que te pide la gente, todo el tiempo"
En definitiva, explica Grant, “decir 'no' te libera para poder decir que sí cuando más importa”.

Pero esto tiene una contrapartida: ¿cómo puedes negarte sin romper puentes con quien te pide ayuda? Desde que ha tenido que renunciar a decir “sí” a todo el mundo, el profesor ha experimentado con algunas respuestas tipo, que utiliza en función de la persona que le escribe y el motivo por el que le escribe.

1. “Ahora mismo estoy hasta arriba, pero sigue insistiendo”
Esta fue la primera respuesta que Grant empezó a usar cuando se vio abrumado. Simplemente, respondía a las personas que no tenía tiempo,  pero tendría más flexibilidad en los meses venideros. 
“Este filtro inicial me da pistas de qué personas tienen realmente interés en contactar conmigo". 

2. “No estoy cualificado para hacer lo que me pides, pero aquí puedes encontrar ayuda”
Grant asegura que muchas de las peticiones que recibe están tan alejadas de su especialidad que decir “sí” es más un problema que una ayuda.
Para esto, Grant les responde recomendando una serie de libros sobre los temas para los que la persona pide ayuda. “Estas referencias me permiten evitar decir un no rotundo y ayudar a la gente de otra manera”, asegura.

3. “Este no es mi tema, pero conozco a alguien que puede ayudarte”
En ocasiones, aunque no podamos ayudar directamente a una persona conocemos a alguien que sí podría hacerlo. Se trata de algo muy útil para la persona que nos han escrito.

4. “Conozco a una persona que está trabajando en lo mismo”
A Grant le escribe tanta gente que, en ocasiones, sencillamente pone a personas con peticiones parecidas en contacto.
El profesor pone un ejemplo: “Una vez recibí una petición de un guionista que estaba buscando a alguien que leyera sus textos, entonces recordé que anteriormente había recibido un correo de un cómico deprimido que estaba buscando maneras de ayudar a los demás. Los conecté entre sí”.

5. “Otras personas me han preguntado por lo mismo, juntaros y hablad”
Grant explica que esta respuesta se le ocurrió tras charlar con uno de sus estudiantes: un militar retirado que ahora se dedicaba a los negocios y recibía más de 100 llamadas al mes de antiguos compañeros que, como él, querían dar el paso a la empresa. Le propuso que hiciera pequeños grupos y los juntara semanalmente en un chat. El experimento funcionó bien y, desde entonces, Grant sigue su propio consejo: ayuda a la gente a crear comunidades alrededor de intereses comunes.

6. “Estoy aprendiendo a decir no”
En una ocasión Grant se encontró con una persona que no aceptaba un “no” por respuesta. Probó todas las opciones de su lista, sin éxito. Al final le contestó lo siguiente: “Siento decepcionarle. Uno de mis objetivos para este año es mejorar mi habilidad para decir no. Usted es un público difícil. Supongo que me viene bien para practicar…” 
Miguel Ayuso.



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