10 de julio de 2015

¡VIVIR ES UN ASUNTO URGENTE! MARIO A. PUIG

¡No me grites que no te escucho!

Es frecuente darse cuenta de que en el mundo de la comunicación, ocurren hechos muy sorprendentes. 

Tomemos por ejemplo cuando uno le dice algo a otra persona y esta reacciona de una manera totalmente distinta a la esperada. 
Es como si diese la sensación de que en medio de la comunicación entre dos seres humanos, algo invisible y potente, interfiriera y generase todo tipo de distorsiones, cómo el mensaje que se quiere comunicar se emite y, cómo este se recibe en el otro lado.

Todo el potencial creativo que encierra nuestro cerebro está muy influido por la situación emocional que experimentamos en cada momento. 
Si nos sentimos alegres, entusiasmados, apasionados por algo, la creatividad tiende a fluir. De hecho, las personas creativas, en líneas generales, suelen poner una gran pasión en lo que hacen. 
Por el contrario, cuando nos llenamos de miedo o de ira, se produce como una especie de tapón en ese «grifo» de la creatividad y esta deja de fluir.

El problema y el desconcierto surgen en la forma en la que las personas informamos a los demás de que nuestras necesidades no están cubiertas y de que necesitamos ayuda. 
Es aquí donde el fallo ocurre, ya que no hemos sido entrenados para manifestar esta petición de una manera que realmente ayude. 

¿Mejor hablar que callar?

La falta de un canal adecuado para expresar nuestro sentir parece obvio si observamos la gran tensión que se genera en muchas de nuestras comunicaciones y que distancia por igual a padres y a hijos, a marido y mujer, a amigos y a compañeros. 
Por unas u otras razones, hemos aprendido desde pequeñitos que era mejor callar nuestro sentir que expresarlo. 
Nos hemos vuelto unos expertos a la hora de mandar algunos de nuestros sentimientos como la ira, el miedo, la frustración y la desesperanza al sótano de nuestra casa y hemos pensado que se quedarían allí quietecitos y sin protestar. 
Como desde el piso de arriba no oímos sus golpes ni sus protestas, no nos damos cuenta de que nuestra casa retumba por doquier. 
Sin embargo, llega un momento en que esas emociones se escapan del sótano y salen como un torbellino, mientras arrasan todo lo que encuentran a su paso.

La falta de destreza en la gestión de nuestras emociones es una de las principales causas por las que enfermamos. 

ACYV


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